Un estudio de los profetas del AT que consiste mayormente en tomar pasajes escogidos de aquí y de allá, sacándolos de su contexto histórico y aplicándolos arbitrariamente a nuestros días -como si el profeta hubiera hablado exclusivamente para apoyar nuestra posición-, está lleno de graves peligros. En verdad, este proceder es la principal causa de las caprichosas interpretaciones que caracterizan las enseñanzas de ciertos grupos religiosos.
En esta época, cuando sopla "todo viento de doctrina", es bueno asegurarse de que la comprensión de la profecía bíblica descansa sobre un positivo "Así dice Jehová" (Deut. 29: 29; Isa. 50: 11; Jer. 2: 13; Mat. 7: 24-28; 1 Cor. 2: 4-5, 12-13; Efe. 4: 14; Col. 2: 2-4, 8; 2 Ped. 1: 16; Apoc. 22: 18). Si así lo hacemos, no caeremos en las explicaciones caprichosas que algunas veces se dan de ciertas profecías del AT. Tampoco adoptaremos la explicación puramente literal que presentan algunos expositores referente al retorno del Israel literal a la Palestina literal para gobernar al mundo durante mil años, antes de que termine el tiempo de gracia para los seres humanos. También estaremos a salvo de otras interpretaciones que no son bíblicas, mediante las cuales se aplican alegóricamente a la iglesia todos los detalles de las promesas que originalmente fueron dadas al Israel literal. Estas dos posiciones exageradas distorsionan el sentido evidente de las Escrituras y no permiten que la Iglesia logre una juiciosa comprensión de los mensajes de los profetas.
Como un enfoque seguro para estudiar los pasajes proféticos del AT, se sugieren estas sencillas reglas:
1. Examínese la profecía en su totalidad. Téngase en cuenta quién la presentó, a quién estaba dirigida y cuáles fueron las circunstancias que la motivaron. Debe recordarse que, por lo general, la profecía fue dada originalmente con referencia a las circunstancias históricas que la motivaron. La profecía fue ordenada por Dios para responder a las necesidades de su pueblo en el momento cuando fue dada y para recordarle el glorioso destino que como nación le aguardaba: la venida del Mesías y el establecimiento de su reino eterno. Descúbrase lo que el mensaje significó para la gente de esa época. (Esta regla no se aplica a las porciones del libro de Daniel que debían ser cerradas y selladas, ni a otros pasajes cuya aplicación pudo haber sido limitada por la Inspiración exclusivamente para nuestros días.)
2. Obsérvense los aspectos condicionales de la predicción y determínese hasta qué punto esas condiciones fueron cumplidas, si es que lo fueron.
3. Descúbrase qué aplicación le dan a esta profecía los autores inspirados posteriores, y sobre esta base determínese el significado que pueda tener para el pueblo de Dios de este tiempo.
4. Recuérdese que la historia del trato de Dios con su pueblo en el pasado ha sido registrada para beneficio de todas las generaciones posteriores hasta el fin del tiempo. Nuestro estudio de los mensajes, que fueron originalmente proclamados por santos varones de la antigüedad a la gente de sus días, no debe transformarse en un fin en sí mismo, sino en un medio para descubrir la voluntad de Dios con respecto a los que quieran servirle de todo corazón ahora, en el final de los siglos. La voz de Dios hoy nos habla claramente mediante los profetas de antaño.
Si estas reglas se siguen en forma consecuente, la interpretación que se obtenga puede aceptarse con confianza. En esta forma el sincero escudriñador de la verdad encontrará mensajes de inspiración, consuelo y orientación para hoy en los mensajes inspirados de los profetas de la antigüedad.